Maldita nota

Junio, 2007. Tenía la firme intención que con las anteriores notas sobre la inmigración pudiera serenarse en parte esta incontenible necesidad de denuncia, de impotencia con las palabras que se suceden unas a otras y como palos de ciego dan a un vacío aterrador. Pero el deseo de conclusión, como era de prever, quedó frustrado, y nuevamente la realidad inclemente coloca en el centro contumazmente la inmigración, pero no sólo por la complejidad de la misma, sino porque parecería corporizarse en una secuencia metafórica la creencia de los zulúes sobre la vida y la muerte. Unkulunkulu, es el dios que creció en un junco en la ciénaga mítica del Uhlanga, el pantano donde nació la humanidad; el dios disponía de la muerte y de la vida, y dicen que envió a un camaleón para decirles a los seres humanos que nunca morirían, pero mientras el camaleón se entretuvo en el camino, el dios cambió de parecer, y envió al lagarto con la noticia contraria, y este llegó antes que el camaleón, y así quedo decidida la suerte de la humanidad. Y con esta anti-alegoría parece que nunca les llegara la noticia que también es posible que no siempre mueran, que tal vez vivan, y que emerjan del pantano...

Pero no. No son las condiciones climatológicas descontroladas los determinantes que traerán del más allá del Mediterráneo cayucos, pateras, náufragos... seguirán emergiendo día tras día a comprobar que el camaleón no llega a tiempo.

No son ni el camaleón ni el lagarto los culpables, no lo son.

Este sistema despiadado tiene la capacidad de extenderse en perversión en todas las latitudes y en todos los ámbitos. Y aún cuando haya niveles altos de precariedad y de paro –que afectan a determinados colectivos- en este norte desarrollado, se extiende el trabajo en “negro” por el que los hijos “ilegítimos” del sur intentan, desesperadamente, cuál vástagos de Tetis salir del hambre, de la muerte, del pantano. Reiteradamente, como una suerte de condena de Prometeo, llegan a las costas reclamando las entrañas devoradas. Pero en cada arribo se acrecienta la tragedia (...)

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