El viaje que es la vida y el viaje que elegimos de la lucha, tienen una estación imprescindible. Y es el momento en los viajes, el de la vida y el de la lucha, todas y todos somos ustedes dos.
Hay un silencio profundo y turbador donde nos resuenan los gritos y los tiros. El silencio continúa extendiéndose en todas las y los viajeros, y en ese fluir impalpable, se amontonan las imágenes punzantes.
En el corte del Puente Pueyrredón hubo disturbios, heridos, contusionados voceaban los medios de comunicación para adulterar la represión.
En el corte del Puente Pueyrredón hubo 35 luchadoras y luchadores heridos, y dos muchachos piqueteros, del movimiento de trabajadores desocupados, asesinados: Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Ellos no se conocían, pero se sabían; cada uno de ellos hacía un camino con las mismas piedras y los mismos pasos, la solidaridad, la dignidad, la construcción colectiva, eran la nobleza con 22 y 21 años.
Desde el 2002 cada año vamos al Puente Pueyrredón para estirar todas las manos, como hizo Darío para ayudar a Maxi, y darle con fuerza al freno de mano a este sistema ruin que no se para ante nada ni ante nadie. Sigue atropellando a las gentes que sobreviven, sigue atacando a las gentes que ponen resistencia, que enfrentan la voracidad destructora de unas estructuras opresoras y explotadoras, pensadas, levantadas y defendidas a sangre y fuego para la perdurabilidad de los poderosos.
Pero allá debajo de los puentes, en las rutas cortadas, en las propuestas autogestionadas, en la rebeldía, en las calles, en los barrios, en el ya basta, se pintan otros murales, otras historias, se escribe con memoria y con pactos de honor para que la vida se parezca cada vez más a la mano de Darío que intentaba parar la muerte de Maxi.
Los asesinos y los responsables políticos, sólo conocen la vileza y la impunidad, y campan en los gobiernos tanto mafiosos como los autodenominados progresistas, son gatopartidistas, y son criminales.
El mes de junio siempre se nos viene con el final adelantado.
El 26 todas y todos vamos convocadas y convocados para que la muerte no tenga estación, y vamos para que la vida ese día que se llama Darío y Maxí, siga haciéndonos sentir la injusticia sobre cualquiera en cualquier parte del mundo como el látigo lacerante que nos amotina para siempre el corazón.
Y entonces seguir andando, seguir anudándonos entre abrazos, manos y sueños, los valores de sororidad y fraternidad, que resurgen a pesar de muchas tempestades y desgarros. Y cuando pueda ganar el desánimo o quieran convencernos que el pragmatismo es mejor que el socialismo, seguiremos yendo cada junio el día 26 a abrazar a dos muchachos piqueteros que nos llenaron de orgullo hasta el final de los tiempos.
Turca
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