Después de casi 30 años, se realiza finalmente y como consecuencia de la lucha de los empecinados, un juicio a algunos responsables que operaron en la Escuela de Mecánica de la Armada de Argentina (ESMA). Tan sólo 19 imputados de los que sólo concurren 17, aunque hayan sido denunciados inicialmente 133 (1), algunos de ellos se murieron en estado de total impunidad, otros están fugados, y algunos suicidados. Estos 19 serán juzgados por 85 casos de violaciones a los derechos humanos, 85 casos extraídos de las casi 5000 personas (2) que fueron detenidas desaparecidas en la ESMA desde 1976 a 1983.
Un juicio donde se acumulan testimonios y denuncias, un juicio sustentado en la voz valiente de los sobrevivientes.
Allí están 17 imputados, sentados, manteniendo la impostura como si no tuvieran nada que ver con todo aquello.
Han intentado con todo tipo de tretas y recursos, evitar un procedimiento jurídico de por sí limitado, ya que es una causa parcializada con pocos represores imputados por crímenes de lesa humanidad.
Cada uno es una historia despreciable, hieden a muerte.
Con los casi 30 años transcurridos se ha naturalizado la aceptación social y política del posibilismo, deparando por una parte y en cierta medida, la continuidad de la impunidad, y por otra el conformismo que con algunos casos paradigmáticos se cumplirían los “objetivos en materia de derechos humanos”.
Un causa más parcializada y segmentada como así lo determina la dinámica de los enjuiciamientos que se llevan a cabo en Argentina demorados 30 años.
Este fraccionamiento de las causas desvanece el plan sistemático de exterminio, por lo que esta suerte de despiece es funcional al genocidio desatado por las fuerzas y cuerpos de seguridad de un Estado terrorista.
El empecinamiento no es un capricho y es algo más que un compromiso.
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