No es posible realizar una valoración política como de si de otros hechos se tratara, sin estar atravesada por el machete que ha establecido un antes y un después en este maldito 2007. La respuesta, la rabia, el odio genuino al fascismo salió a la calle, Carlos nos mostró la calle, como a él le mostrara la calle la manifestación racista de Democracia Nacional. Y la respuesta era una suma, era un sentimiento colectivo, reforzado en esa necesaria –y ansiada- fraternidad en un contexto de notable hostigamiento y represión policial (como la concentración en Puerta del Sol del 17 de noviembre y, especialmente, la manifestación del 24 en Atocha, Embajadores y Legazpi)
Y, como en tiempos pasados, las asociaciones de vecinos convocaron de forma activa, tanto participando como impulsando movilizaciones en distintos barrios, Vallekas, Usera y Carabanchel-Latina; un hecho especialmente relevante es este engarce en la medida en que ha permitido conjuntar la solidaridad y el compromiso antifascista más allá de los límites -a veces en exceso impermeables- de las organizaciones que integran el movimiento antifascista.
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